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Mi Moni y yo

Me he vuelto a perder. Llevo varias semanas sin aparecer por aquí. Espero que no vuelva a ocurrir. Ayer vino al centro Ángeles Gómez, la autora del relato "Ponte, Pepa". Me ha mostrado otro relato suyo y me ha dado autorización para publicarlo. Así que ahí os lo dejo. Espero que os guste tanto como me ha gustado a mí.

Mi Moni y yo
por Ángeles Gómez Fernández.

Érase una vez, hace muchos años, una niña que tuvo la suerte de vivir en un paraje de cuento de hadas, donde los inviernos eran muy fríos y las primaveras despertaban con todo su esplendor, con miles de mariposas y flores de todos los colores, los más bonitos que jamás podáis imaginar.

En aquellos días de frío intenso, al lado de la chimenea, nos reuníamos mis padres y mis dos hermanas, y allí mi padre nos enseñaba que había que cuidar mucho la naturaleza, para que las próximas generaciones pudiesen disfrutar de lo que nosotros veíamos a diario.

Nos contaba historias de lobos y de las aventuras que vivió siendo un niño, como cuando con sus hermanos tenía que estar trabajando en plena sierra sin más defensa que un perro llamado Braco y que muchas veces lo sacó de algún apuro. Contaba como una noche mientras dormía en su casa, una choza hecha con madera y ramas, les atacó un lobo. Cuando creían que aquel animal de ojos brillantes y colmillos enormes se los comería; su perro se enzarzó en una lucha feroz para defenderlos y consiguió que el lobo saliera huyendo con el rabo entre las patas.

Yo, todas esas historias las escuchaba embelesada, y así fui aprendiendo todo lo que hacían muchos animales como el temido lobo que aquella noche les hizo pasar tanto miedo. Antes de irnos a dormir, cada noche nos contaba alguna historia y desde luego para mí, aquello era lo que mas me gustaba, que me contara todas las cosas que le habían pasado a lo largo de su vida.

Ahora os contaré yo la mía.

De pequeña me crié en plena sierra, allí no había más niños que yo para poder jugar, ni parques con columpios, ni tiendas donde poder comprar caramelos, llegaban los Reyes y no tenía muñecas, ni nada. Me acuerdo que mí madre me decía que allí los camellos no podían llegar porque la nieve no los dejaba. ¿Pero sabéis una cosa? No me preocupaba mucho, tenía lo más bonito que uno pueda imaginar, lo más valioso: la naturaleza, algo que si la mano del hombre y nosotros mismos no ponemos de nuestra parte, acabará por desaparecer.

Mis juguetes eran los animales, tuve la suerte de conocer muchos en libertad: linces, jinetas, zorros, águilas, lechuzas, tejones, y una larga lista que necesitaría un montón de folios para nombrarlos todos.

Recuerdo con especial cariño a mi perra Moni, pequeña y muy juguetona, el día que me la regalaron creo que fue el día en el que me sentí más feliz.

Pronto se encariñó conmigo, éramos inseparables, allí donde yo iba ella siempre me acompañaba, pasaba las noches cerca de mi cama y algunas muy frías, a escondidas para que mi madre no se diese cuenta, le abría por los pies un hueco entre las mantas y allí dormía sin hacer ruido para que no nos descubrieran.

Pasó algún tiempo, Moni ya era una perra adulta y me daba cuenta de que estaba poniéndose un poco gorda, sobre todo su barriga.

Le pregunté a mi padre si le pasaba algo, ya que a mí me parecía que no tenía las mismas ganas de jugar y estaba distanciándose algo de mí. La sorpresa fue mayúscula cuando mi padre me dijo que lo que le pasaba era que estaba esperando cachorros. Aquella noche no pude dormir de pensar qué día podría disfrutar de ellos, aquello para mí era como un sueño, poder tenerlos conmigo dándoles achuchones.

Los días pasaban despacio, cada mañana cuando despertaba lo primero que hacia era mirar donde estaba ella, deseosa de ver si el milagro había ocurrido.

Uno de aquellos días me llevé un gran disgusto, desperté como cada mañana esperando ver a Moni con su prole, pero me quedé helada al ver que no estaba allí.

Busqué por toda la casa mirando por cada rincón donde ella solía estar, no quedó lugar en donde no mirara. Lloré desconsoladamente durante todo el día. Mi padre me consolaba diciéndome que seguro que se habría ido a tener sus cachorros donde nadie la molestara pero yo me temía lo peor, cuando ya estaba desesperada, pensando que no volvería a verla más, sentí como rascaban en la puerta, y sorpresa: allí estaba ella moviendo su gracioso rabito como siempre hacía cuando me veía, ya llevaba un rato jugando con ella cuando me di cuenta de algo, ya no tenía aquella enorme barriga, pero claro, ahora habría que ver donde estaban sus cachorros. Así que desde ese momento empezó la persecución para intentar ver donde los tenía escondidos.

Moni cada día venía, comía y, antes de darme cuenta desaparecía, sin darme tiempo a ver donde iba. Así estuve varios días intentando seguirla para poder descubrir donde los ocultaba. Por fin un día pude seguirla, me quedé de piedra, cerca de una fuente, en una gran zarza Moni había hecho un agujero y se metió dentro. Al entrar se sintió un gran escándalo, yo me quedé en silencio, escuchando aquellos gruñidos, eran los ladridos de perros pequeños. No sabía qué hacer, llena de emoción salí corriendo para decirle a mis padres lo que había descubierto. Después de esto, cada día volvía con la ilusión de poder verlos, pero no había manera, sólo podía oírlos.

Pasó casi un mes, yo cada día me sentía más impaciente, pues lo que quería era tenerlos conmigo.

Una noche estábamos cenando sentimos que Moni ladraba enérgicamente y arañaba la puerta. Di un salto y abrí la puerta para ver que pasaba. Me llevé la mayor sorpresa que podía imaginar: en el porche de la casa estaba Moni, pero esta vez no estaba sola, había cinco preciosos cachorros con ella. Me quedé perpleja y sin dar crédito a lo que veía; la perra me lamía mis manos diciéndome: “aquí los tienes, cuídalos y dales tú de comer, yo ya no tengo teta” Me dejó con ellos y salió corriendo mientras yo me pregunté: ¿dónde irá ahora?

Pronto me enteré, al cabo de unos diez minutos estaba de vuelta, la miré y dije: ¿qué traerá en la boca? Al momento pude saberlo, era el último cachorro que le quedaba por traer.

Disfruté de todos ellos durante mucho tiempo, luego, a pesar de pensarlo mucho y derramar algunas lágrimas decidí regalarlos, no podía mantenerlos a todos. Eso sí, busqué a personas que sabía que los iban a cuidar muy bien. Y así fue la historia de mi perra Moni, a la que nunca podré olvidar.

Por eso os recomiendo que si os comprometéis a cuidarlos como uno más de la familia, tengáis algún animal en casa. De ellos se aprende mucho, hasta de una hormiga, si la observáis os aseguro que algo bueno aprenderéis de ella. Cuidad la naturaleza pues es lo más valioso que Dios nos ha dado. Os lo dice una persona que ha disfrutado de ella y que le da mucha pena cuando ve que no la respetan.

Pedidle a vuestros padres ir al campo en primavera, observar las mariposas y ver sus bonitos colores, los pájaros, pasad por un río, cerrad los ojos y comprobaréis lo bien que os sentís, mirad a vuestro alrededor, veréis muchas flores que os sorprenderán, deteneos para oler un pinar y escuchad el ruido del viento. Observad cada animal que encontréis, por muy pequeño que sea tenemos que respetarlo y nunca hacerle daño, y si tenéis un perro corred con él, veréis que bien os lo pasáis; tanto como yo con Moni, la perrita que un día hace mucho, mucho tiempo, tuve la suerte de conocer y que por mucho tiempo que pase nunca, nunca olvidaré.


Por eso os digo que el que ha tenido alguna vez un animal en casa, en este caso un perro, ya no puede vivir sin esa compañía.

De hecho yo ya soy una persona mayor con una enfermedad que por ahora no tiene cura, su nombre es Parkinson. Tengo una preciosa perrita llamada Kimba y os aseguro que ella sabe cuando no me encuentro bien, porque entonces se viene a mi lado y si algún día estoy algo más triste que de costumbre, se da cuenta y hace todo lo posible porque juegue con ella; el tenerla me levanta la moral muchos días. Otras veces, cuando me dejo las zapatillas en sitio que yo no puedo alcanzar a la voz de “Kimba tráeme las zapatillas” sale corriendo y al momento viene con ellas en su boca, como Moni hace mucho, mucho tiempo, trajo a sus cachorros.

Comentarios

M.A. ha dicho que…
Preciosos relatos.
Anónimo ha dicho que…
Me ha gustado mucho porque estos recuerdos tan estupendos nos hacen volver a acariciar antiguas sensaciones, que hoy desde la distancia valoramos de manera especial. Ánimo y esperamos el siguiente
Unknown ha dicho que…
Inma, te doy las gracias, por tu comentario de mi cuento.
No se quien eres espero que me lo digas algún día igual que Miguel Angel. Un beso.
Mª Ángeles.

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