Este es un relato de mi hijo, Pedro. Lo ha escrito esta Semana Santa para el colegio. Yo le he ayudado con la estructura del relato, pero la idea, el desarrollo y el mérito es suyo. Como a la familia nos ha gustado mucho lo pongo aquí. También porque Pedro es usuario del Centro Guadalinfo. Espero que os guste.
LA PRINCESA DEL BOSQUE
por Pedro Baena Hernández
por Pedro Baena Hernández
Había una vez una princesa hermosa que vivía sola en un castillo abandonado. Este castillo estaba cerca de un puente que cruzaba un río de aguas cristalinas. Los padres de la princesa, hacia tiempo que habían partido para una guerra lejana. Por eso la princesa vivía sola con sus sirvientes y educadores. Esta era muy guapa y hacia tiempo que había adquirido la mayoría de edad. Pero ella no quería casarse.
A veces, solía salir por los alrededores del castillo. Ya que le gustaba mucho la naturaleza. En uno de estos paseos, pasó por allí un hombre que era desconocido para ella. El hombre, que era un príncipe, se quedó enamorado de ella, nada mas verla. Y quiso hablar con ella. Pero, esta, se asustó y salió corriendo hacia el puente. Allí encontró una lámpara sucia. Como había leído muchas historias, pesó: “a lo mejor es mágica”. Y la frotó con su pañuelo real. Y de esta salió un genio muy grande. Efectivamente, la lámpara era mágica, como ella había pensado.
-- Qué quieres, mi ama -– le preguntó el genio, con voz suave.
-- Por favor, genio, puedes llevarme al bosque aquel, que está cerca del pueblo – le pidió la princesa, que estaba asustada por el hombre que la perseguía.
El genio cumplió su deseo y en un momento ella estuvo en el interior del bosque. Pero también transportó al príncipe ya que este estaba muy cerca de ellos. Ella, al darse cuenta corrió y se escondió detrás de unos matorrales altos. Y volvió a frotar la lámpara.
-- Por favor, genio, conviérteme en árbol -– pidió la princesa con educación, nada más ver que este salía de la lámpara. Y el genio, así lo hizo. La convirtió en un precioso cerezo. Como era primavera, estaba con las ramas en flor.
El príncipe al llegar hasta el lugar donde estaba el cerezo, se quedó maravillado con la belleza de este.
-- No huyas, princesa, sólo quiero hablar contigo – gritaba el príncipe con voz quebrada. Pero nadie le respondía. Sólo las ramas del cerezo al ser movidas por el viento. Ya que ella, al contemplarlo de cerca, se quedó enamorada de él. Y se dio cuenta de su error. Pero ya no podía hacer nada.
El príncipe estuvo dando vueltas por el bosque sin encontrar a la princesa. Y siempre volvía hasta el cerezo para contemplarlo. Nunca había visto un árbol tan hermoso. Finalmente, cansado y porque anochecía, decidió irse hasta la ciudad, para buscar una posada donde dormir. Mientras salía del bosque se giró para contemplarlo y vio dibujado, en las ramas del cerezo, el rostro de la princesa.
El príncipe, entristecido, bajó a la ciudad, que se llamaba Granada. Y atrás dejó el castillo de la Alhambra con su hermoso bosque y su hermoso cerezo que iluminaba los árboles del monte con sus flores blancas bañadas por una luna llena de primavera.
A veces, solía salir por los alrededores del castillo. Ya que le gustaba mucho la naturaleza. En uno de estos paseos, pasó por allí un hombre que era desconocido para ella. El hombre, que era un príncipe, se quedó enamorado de ella, nada mas verla. Y quiso hablar con ella. Pero, esta, se asustó y salió corriendo hacia el puente. Allí encontró una lámpara sucia. Como había leído muchas historias, pesó: “a lo mejor es mágica”. Y la frotó con su pañuelo real. Y de esta salió un genio muy grande. Efectivamente, la lámpara era mágica, como ella había pensado.
-- Qué quieres, mi ama -– le preguntó el genio, con voz suave.
-- Por favor, genio, puedes llevarme al bosque aquel, que está cerca del pueblo – le pidió la princesa, que estaba asustada por el hombre que la perseguía.
El genio cumplió su deseo y en un momento ella estuvo en el interior del bosque. Pero también transportó al príncipe ya que este estaba muy cerca de ellos. Ella, al darse cuenta corrió y se escondió detrás de unos matorrales altos. Y volvió a frotar la lámpara.
-- Por favor, genio, conviérteme en árbol -– pidió la princesa con educación, nada más ver que este salía de la lámpara. Y el genio, así lo hizo. La convirtió en un precioso cerezo. Como era primavera, estaba con las ramas en flor.
El príncipe al llegar hasta el lugar donde estaba el cerezo, se quedó maravillado con la belleza de este.
-- No huyas, princesa, sólo quiero hablar contigo – gritaba el príncipe con voz quebrada. Pero nadie le respondía. Sólo las ramas del cerezo al ser movidas por el viento. Ya que ella, al contemplarlo de cerca, se quedó enamorada de él. Y se dio cuenta de su error. Pero ya no podía hacer nada.
El príncipe estuvo dando vueltas por el bosque sin encontrar a la princesa. Y siempre volvía hasta el cerezo para contemplarlo. Nunca había visto un árbol tan hermoso. Finalmente, cansado y porque anochecía, decidió irse hasta la ciudad, para buscar una posada donde dormir. Mientras salía del bosque se giró para contemplarlo y vio dibujado, en las ramas del cerezo, el rostro de la princesa.
El príncipe, entristecido, bajó a la ciudad, que se llamaba Granada. Y atrás dejó el castillo de la Alhambra con su hermoso bosque y su hermoso cerezo que iluminaba los árboles del monte con sus flores blancas bañadas por una luna llena de primavera.
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